Giuli, siete de julio de dos mil nueve.
Trenza.
Ir con la mirada en las alturas, tarareando recuerdos... Y qué derecho tiene a arrancarme la sonrisa de la cara, chistando desde la bicicleta a toda velocidad? Qué derecho tiene a borrarme los sueños, a convertirme el todo en pesadilla? Qué derecho tiene a ser la razón de mis insomnios? Y, encima, chistar para saludar? Qué derecho tiene a quitarme lo que creía sentía mío?
Cabezones - Manifiesto.
Tísicos. Casi todos nosotros. Todos nosotros en realidad. Consumidos. Caras de liebre muerta.
Y las ideas agolpándose en la cabeza y esta llenándos hasta estallar... Por que los pensamientos no salen, no nos hablamos entre nosotros.
Y el negro lo cubre todo.
Y el mundo se seca, los animales y las plantas mueren.
Y sólo quedamos nosotros, solos, todos en un mismo mundo pero solos.
Caminando para siempre, sin cruzarnos.
Sin amores ni odios, sin guerras y tampoco paz, sin nuevas muertes por lo tanto sin nuevas vidas.
Sin lo opuesto.
Sin lo binario.
Sin nada.
Giuliana Zonni, treinta de julio de dos mil nueve.
Dulce.
Vapores emanados de lugares impensables,
el aire denso, pero suave. Cálido, dulce.
Y la dulzura se te mete por los poros,
invadiéndote por completo...
La vista se nubla, el oído se entorpece...
El aire sigue espesándose hasta hacerse líquido,
un líquido torpe, gelatinoso...
Respirás ese nuevo aire y tu cabeza pierde la noción del tiempo.
Te mareás infinitamente,
podés ver desde persepectivas inimaginables,
los movimientos son inhumanos,
los colores brillan y se opacan constantemente...
Música extraña, palabras indescifrables.
El tacto se extrema en sensibilidad,
todo se siente más.
Y el despertar es tierno,
el aire se normaliza de a poco,
paulatinamente recuperás los sentidos,
todo vuelve a la normalidad
salvo la sonrisa, eterna en el rostro,
ese rostro ya petrificado porque está solo.
Pero el gesto no se borra.
Giuliana Zonni, tres de agosto de dos mil nueve.
el aire denso, pero suave. Cálido, dulce.
Y la dulzura se te mete por los poros,
invadiéndote por completo...
La vista se nubla, el oído se entorpece...
El aire sigue espesándose hasta hacerse líquido,
un líquido torpe, gelatinoso...
Respirás ese nuevo aire y tu cabeza pierde la noción del tiempo.
Te mareás infinitamente,
podés ver desde persepectivas inimaginables,
los movimientos son inhumanos,
los colores brillan y se opacan constantemente...
Música extraña, palabras indescifrables.
El tacto se extrema en sensibilidad,
todo se siente más.
Y el despertar es tierno,
el aire se normaliza de a poco,
paulatinamente recuperás los sentidos,
todo vuelve a la normalidad
salvo la sonrisa, eterna en el rostro,
ese rostro ya petrificado porque está solo.
Pero el gesto no se borra.
Giuliana Zonni, tres de agosto de dos mil nueve.
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