De algún modo sabe que está. No puede verlo, pero cree haberlo visto alguna vez o haber escuchado hablar. Los que con él conviven en ese cuerpo no le creen, lo golpean y le dicen que no es posible, que si realmente existiese el ácido no los carcomería constantemente, que no sueñe, que está prohibido.
Él busca el reflejo. Él, cerca del corazón, lo encuentra. Él, entra a la Luz. Ya no hay nadie conviviendo con él; los demás murieron en la oscuridad. Quedó él, sólo él, el que descubrió la Luz, sólo él habitando el cuerpo.
Giu, diecinueve de enero de dos mil once.
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