BlancoNegro
Violeta.
Sol.
Vuelo, veo todo, puedo volar, no caigo.
Sobrevuelo lo que quiera.
No tengo alas, pero las siento.
Vuelo, nunca caigo.
Cada vez más alto.
Destilo alegría.
Lejos ya mucho del suelo.
Cada vez más cerca de esa nube,
en la que ahora me recuesto.
Y duermo, feliz, de cara al cielo,
tibia por el sol.
Giuliana, veintidós de mayo de dos mil nueve.
Tu dedo sobre mis labios,
un gesto de Silencio.
Tu dedo que calla.
Que censura.
Que me calla.
Que calla las palabras dulces.
Las palabras de amor.
Las palabras serias.
Las de dolor.
Que calla las palabras hirientes.
Las palabras de odio.
Las palabras tristes.
Las de horror.
Que calla porque las palabras no son necesarias.
Que calla porque nos entendemos sólo con miradas.
Porque juntos podemos vernos.
Y lejanos recordarnos.
Giuliana, marzo de dos mil nueve.
estar cálida en mis pesadillas
esclava para ser con vos
lejos estaría arropada
quiero elegir
Giuliana, catorce de mayo de dos mil nueve.
pero no tengo estación.
Veo a quienes pasan en los trenes
como borrosos
lejanos
irreales.
Soy un puerto abandonado
en el que ningún barco atraca
sólo veo sus luces a lo lejos
sólo
sólo algunas noches tristes.
Sin realidad
entre pañuelos que se suicidan desde las ventanillas
entre fuegos artificiales que nunca veo encenderse.
Memoria de enciclopedia, absoluta
pero sólo sólo sólo tengo para recordar sombras y cuentos y brillos.
Hay algo más
que no puedo entender
una serie de imágenes demasiado nítidas
suelo mezclarlas con los cuentos
aunque también me asalta la duda de que sean
sean reales.
Dudo, dudo realmente
de que nunca haya ocurrido eso
esos olores
esos colores
esos sonidos
dudo no haber... no haber sido.
Pero no hay anclaje a los barcos ni a los trenes.
Más que duda lo definiría anhelo.
Giuliana, dieciocho de mayo de dos mil nueve.
Sueño (I).
Dormía. Dormía y soñaba. En su sueño él la abrazaba. En su sueño él dormía con ella. En su sueño el mundo era justo y ellos dormían juntos. En su sueño ellos se amaban y eran felices. En su sueño eran felices juntos.
Hamaca.
Vértigo.
Recién cuando sentí el aire golpeándome en la cara, cuando ví el fin, cuando la caída me revolvió el estómago, recién ahí, grité y tuve miedo.
Porque el miedo no vino cuando pensé en lo que quería hacer, ni cuando me preparé. Tampoco cuando se me ocurrió la idea.
El miedo ni apareció cuando subí al aparato. No hubo ni asomo de terror cuando las puertas se abrieron ni cuando el viento refrescante me dio un cachetazo.
Sólo cuando comenzó el salto… Ahí lo comencé a notar. Eran unas cosquillas que, rápidamente, me fueron abrazando desde la planta de los pies hasta las rodillas… el ombligo… y finalmente el cuello y la cabeza.
Cuando descubrí que no me había informado correctamente de cómo abrir el paracaídas… Ahí me asusté.
Giuliana, fines de dos mil seis.
Tres.
Y veo los colores mezclarsedesfilar dentro de la copa que sostengo entre mis dedos. La muevo suavemente, y los efectos rojosvioletasmorados se funden en el primer sorbo. Y fin al encanto. Vuelve a aparecer en mi mundo, vuelvo a verla. Fuerza para reentrar al ensueño, pero lo perdí. No, no lo perdí, él se perdío en mí.
Palabras. Una tras otra. Verborragia femenina que me ahoga, que me aplasta. Quejas, más.
Me pierdo, ahora sí yo, me pierdo en el palabrerío. No, no en eso, me pierdo en mí. Junto al ensueño.
Las palabras ya no me golpean. Danzan a mi alrederor. Se trasmutan y se mezclan entre ellas. No entiendo nada. No me importa nada.
Me encuentro con el ensueño. Estamos juntos, en mí, alejados del mundo.
Siguen las palabras. Se vuelven oscuras, pero con luz propia.
El ensueño y yo, y mi cuerpo que nos contiene, corremos. Corremos hacia el vidrio. Nuestro cuerpo lo rompe. Las palabras se llenan de espinas. Un grito que desgarraría a cualquiera. A nosotros no. Y los tres (cuerpo, ensueño y yo) volamos junto a miles de partículas de vidrio. De las espinas surgen rosas. Y justo antes de que nuestro transportecompañero cuerpo se haga puré de carne contra el pavimento, el ensueño y yo nos miramos cara a cara. Es un espejo.
Las rosas surgidas de las espinas lloran nuestra tumba. Pero en la lápida sólo hay un nombre. Y somos tres acá abajo. Cuerpopuré, ensueño y yo atrapados en él destruido.
Giuliana, noviembre de dos mil ocho y mayo de dos mil nueve.
La alegría de los semáforos
¿Te acordás? Los dos en el auto. Tarde, diría yo de madrugada. Vos me estabas chamuyando. Yo hacía años que soñaba con ese momento, pero entonces sólo quería irme. Me hablabas de las ondas que sólo una piedrita puede causar en la lisa superficie de un lago... pero sin salirte del chamuyo, ojo. Entonces, para cambiar de tema, te dije: ‘¿Porqué los semáforos titilan amarillo toda la noche, en vez de funcionar normalmente o estar apagados?’ ...tomaste aire y: ‘Ehm... porque como de día tienen mucho rojo, mucho verde e instantes de amarillo, entonces los técnicos los programan así para que estén contentos. Además, ¿viste de qué color están vestidos? Y sí, así es; el amarillo es la alegría de los semáforos’.
Hasta ese momento no lo sabía. Pero ahora, cada vez que veo prenderse y apagarse la luz amarilla sonrío, compartiendo por un momento la alegría de los semáforos.
Giuliana, veintinueve de septiembre de dos mil ocho. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia (diez de julio de dos mil ocho).
Cadáver Exquisito
Tiemblan mis manos ante el frío de la intrascendencia
Temblor por temblor...
Percibo la nada con mis ojos ciegos...
No se ve, sólo se percibe a mi alrededor.
Acaricio el infinito con mis manos insensibles .
Mi Dios no está... se ha ido,
Este punto en el universo ni siquiera cree en sí mismo.
Y la brisa nos envuelve,
Y la brisa nos envuelve
Por siempre y para siempre,
Por siempre y para siempre;
¡Por siempre y para siempre!
En la oscuridad de la noche resplandece un cigarrillo
Los colores son más brillantes de lo normal
Mientras John Coltrane retumba en el ambiente ensordescente
Y derrepente todo se vuelve sepia
Todo se vuelve sepia.
You ain’t be mine, you ain’t be mine
I’m on my way to death
Por siempre y para siempre
Por siempre y para siempre
Por siempre y para siempre
Y así, sin más, nos despedimos...
Yo pienso. Ahora sí no soy nada.
Letra: Tobías y Giuliana.
Música: Marcial.
Voz: Marcial, Tobías, Nicolás y Sofía.