(...) Porque el control social es macabro. Va comiendo las raíces sin que uno lo note, se instaura como un parásito en las mentes, en las personas y corroe todo lo que no se lleva con el orden impuesto. Ya no necesitamos policías; tenemos súper-yo. Y, cuando nuestro súper-yo no funciona correctamente, el de los demás sí. Y no tienen ningún recato a la hora de actuar. Y se me cayeron los ídolos. (...)
Giuliana, dos de marzo de dos mil nueve.
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