No hay nada.

Esa esperanza... Esa chispa que se prende. Se ve como un incendio; Pero derrepente, mágicamente, desaparece.
Basta, basta, basta. No quiero creer más. No quiero creer en ningún nuevo brote verde en la tierra seca. No quiero creer en ninguna caricia en los puros insultos. No quiero creer en nada, en nada de lo que me digas, de lo que me digan, de lo que me diga.
La esperanza infundada, después me desarma. Las caricias deseadas, después me defraudan. Descreer.
No estoy, no lo creo. No soy, no lo creo.
No creo siquiera en este papel, que sostengo en mi mano, apretándolo, estrujándolo, como si quisiera que de él salga un mundo, un nuevo mundo en el cual vivir, pero vivir de verdad, pudiendo ver, creer, saborear.
Quiero una verdad, ya no quiero más tinieblas. Por lo pronto dejaré de imaginar que todas esas sombras tienen Luz. No sólo eso, simplemente dejaré. De imaginar. De pensar, de sufrir.

Giuliana, martes treinta y uno de marzo de dos mil nueve.

1 comentario:

Claroscuro dijo...

Que tu desesperanza encuentre consuelo en la benigna certeza del morir. Solo tenés que afinar los ojos y ahí está, sonriente y con los brazos abiertos. Esperándote. Su sonrisa promete la Nada, sus brazos el descanso definitivo... y ante su mirada el hecho mismo de vivir deviene soportable.
Es por eso que entre su infinidad de nombres, yo prefiero llamarla único consuelo.