Besos.

Besos de vidrio
así la sangre se mezcla.
Besos que raspan
así las pieles se funden.

Besos besos besos.

Y tu piel que se funde en mí
y tus ojos que me desenmascaran
y tus manos, que me conocen en silencio
y tu boca, de la que bebo sedienta.

Y te sueño.
Sueño siempre esos besos.


Giuliana, nueve de noviembre de dos mil nueve.

Así - por Guillermo Molina

Así me siento yo
siento sueño pero hay viento
quiero ferné, pero me dan mondongo
quiero libertad, pero tengo parkinson
quiero choripan, pero soy del pami
necesito átomo, pero hay guerra
sólo quiero romper el hielo
(y meterme en un frasco de luz)

Guillermo Molina, veintiocho de octubre de dos mil nueve.

Otro tiempo.

"El Tiempo no tiene una sino sus muchas ruedas..."
Liliana Bodoc
Los días de la Sombra

Los segundos como pasos, firmes y rítmicos. Siempre iguales.
Los minutos se desdibujan dentro de sus márgenes.
Las horas duermen o sueñan o corren.
Los días son enteros, "unos". Círculos que se cierran como huevos.
Las semanas tienen su fin como el despertar de una pesadilla: empieza otra.
Los meses a veces parecen lejanos y terminan escurriéndose como bicarbonato entre nuestras manos.

Los años.

Giuliana, dieciséis de octubre de dos mil nueve.

Tristeza.

Ella es un ácido. Que se convierte en melaza. Que te rellena el estómago, que sale cuando la vomitás y que se regenera adentro otra vez. Que se confunde con muchas cosas. Que se transmite mucho. Que puede esconderse también. Que siempre vive con nosotros. Que cuando más bella es es cuando toma cuerpo en una lágrima.

Giu, dieciséis de octubre de dos mil nueve.

Fssss.

Giuliana, dos mil nueve.

Escindir.

Giuliana, dos mil nueve.

Ideas.

Y tus ideas, cuando tu cuerpo pesado e inservible se quiebre como un palillo contra el pavimento y la sangre que brote de tu cabeza forme un charco que se filtre en las napas, saldrán de vos y se elevarán; las devolverás al saber y volverán a su estado natural, sin dueño.
Giuliana, octubre de dos mil nueve.

Sorpresa.


Giuliana, trece de octubre de dos mil nueve.

Amor.

Giuliana, trece de octubre de dos mil nueve.

Sarna.

Una gota de sangre cayendo por la comisura de sus labios y un vapor helado emanando de sus entrañas. Carbón encendido en sus ojos y cenizas sobre sus mejillas.
Y un cómo estás y otro te quiero, y dejás de ver al demonio para ver a un ángel.
Escurridiza, mentirosa, cruel... y se refleja como presente, transparente y bondadosa...
Víbora venenosa, arpía endemoniada.
Quimera y esfinge, traicionera y engatusadora.

Giuliana, treinta de septiembre de dos mil nueve.

Sos II.

Te veo de costado,
de cabeza y de espaldas.
Te veo durmiendo,
comiendo y besando.
Te veo en sueños,
en realidad y también te imagino.
Te veo hermoso,
perfecto y delicado.
Te veo atemporal,
niño y anciano.
Te veo, sólo te veo a vos.

Giu, treinta de septiembre de dos mil nueve.

Sos.

Desde una sombra que atraviesa mis ojos cuando estás lejos,
hasta un latido en la garganta cuando puedo verte,
podés convertirte en aire y agua,
podés se tierra que me sostiene o vacío que me ahoga.
Podés hacerme volar como hacerme consumirme de dolor.
Podés matarme y resucitarme para volver a matarme infinitamente.
Podés ser mago y perro.
Podés ser nada.
Te pido que dejes de ser todo...
Y sólo seas vos.

Giu, veintinueve de septiembre de dos mil nueve.

Cadáver Barilochense.


No siempre son cosas importantes
pero la tristeza existe.
En ciertos momentos lo hace,
aunque también a ella la perdemos.
Perdemos esa tristeza
para adquirir una satisfacción química.
Vana, vacía, etérea y sin sentido.
Y así podemos dejar correr mejor el río.
Sintiendo cada gota de lo que fue en nuestra piel.
Usando esas gotas como lágrimas,
lápidas de sueños que nunca fueron.
Nunca fueron en realidad, pero
¿No es suficiente ser en sueño?
¿No alcanza con jugar a sonreir de verdad?
Siempre aferrándonos a un desgaste,
vagando en un mundo reinado por secuestradores del amor.
Amor que en realidad nunca ES,
sólo lo Soñamos.


Nicolás y Giuliana, dieciocho de septiembre de dos mil nueve, Bariloche.

Cabezón A.


Giuliana, ocho de septiembre de dos mil nueve.

Sangre.

Quiero saciarme por completo, quiero vomitar lo bebido, quiero hundirme en esa sangre, quiero ser parte de ella. Y mezclarme, mezclarme, fundirme, ya no diferenciarme.
Quiero ser parte de eso que eras, de eso que te hice dejar de ser.

Giuliana, veinticinco de septiembre de dos mil nueve.

Sumergidos.


El resplandor turquesa que los rayos del sol producen al atravesar el agua ilumina sus enamorados rostros. La mano de él presiona la espalda de ella, atrayéndola hacia sí. Flotan, no se hunden pero tampoco salen hacia la superficie. Aunque el agua está fría, muy fría, ambos sienten que su piel se quema al entrar en contacto con la del otro. Él siente cómo la mano de ella le acaricia la cintura y también lo empuja hacia sí.
Hacía tiempo que no se veían y fue maravilloso el reencuentro.
La última vez que habían estado juntos fue... ese día, el peor en sus jóvenes vidas.
Ella ya no recuerda la sangre fluyendo interminablemente por el torso desnudo de su amor y desparramándose en la arena dorada de esa playa. Y él tampoco recuerda haber visto cómo golpeaban y cortaban a su amada, cómo seis salvajes manos y tres duros corazones torturaban a quien ahora lo abrazaba.
Pero aunque ninguno recordaba nada de eso se preguntaban porqué podían respirar bajo el agua.
Giuliana, DOS MIL CINCO.

Tiempo.


Adriano y Giuliana, septiembre de dos mil ocho.

Cuatro Paredes

Un ladrillo. Y el cemento junto a las lágrimas de nunca haber sido esperado. Otro ladrillo junto al dolor de la lealtad nunca recíproca. El tercer ladrillo fue acompañado de una gran cuota de decepción, bronca e incomprensión. Otro más, cambió la orientación. Deseos frustrados. Ladrillo. Promesas incumplidas. Ladrillo. Utopías cagadas. Ladrillo, cambio. Ser insultado y disminuído perversamente fingiendo inocente consejo. Octavo, dolor en el pecho. Noveno, piel quebrada. Con el décimo el cambio, junto al suspiro previo a cada uno de los intentos de suicidio. Once amor, doce odio.
Segunda tanda; uno de las risas, dos de los besos, tres de los abrazos. Cambio. Cuatro ese nos vemos, cinco que nunca más, seis que siguió esperando. Cambio. Diez de las sábanas sin lavar, once de las manos curtidas, doce del olor que no es. Tercera tanda, del olvido. Cuarta, de cuando ella no se fue. Quinta de cuando no volvió. Sexta, por ayer, séptima por hoy, octava por lo que hubiera sido mañana.
Novena tanda; uno dos y tres para el agua en la cara a la mañana, cuatro cinco y seis para purgar cada café, siete ocho y nueve para remediar, diez once y doce para decir basta. Décimo, lo recuerda, undécimo, aprende a olvidar, duodécimo y olvidó. Trece, catorce, quince tandas de rabia. Dieciséis, diecisiete, dieciocho tandas dulces o saladas. La diecinueve en PAZ.
Vigésima; uno que perdona dos que reconcilia tres que entiende cuatro que llora cinco que se seca las lágrimas seis que resigna el futuro siete que la ama ocho que no la olvida nueve que la dejó de buscar diez que no encontró nada más once que no quiso nada más.
El doce no lo puso. Estaba encerrado en un cubículo de setenta centrímetros por setenta centímetros y veinte filas de ladrillos de alto, y no quiso terminar la última fila, no quiso finiquitar. Suficiente MORIR, basta de PERFECCIÓN.


Giuliana, veintiocho de julio de dos mil nueve, camino a Cerro Colorado.

Trenza.

Ir con la mirada en las alturas, tarareando recuerdos... Y qué derecho tiene a arrancarme la sonrisa de la cara, chistando desde la bicicleta a toda velocidad? Qué derecho tiene a borrarme los sueños, a convertirme el todo en pesadilla? Qué derecho tiene a ser la razón de mis insomnios? Y, encima, chistar para saludar? Qué derecho tiene a quitarme lo que creía sentía mío?

Giuli, siete de julio de dos mil nueve.

Cabezones - Manifiesto.

Tísicos. Casi todos nosotros. Todos nosotros en realidad. Consumidos. Caras de liebre muerta.
Y las ideas agolpándose en la cabeza y esta llenándos hasta estallar... Por que los pensamientos no salen, no nos hablamos entre nosotros.
Y el negro lo cubre todo.
Y el mundo se seca, los animales y las plantas mueren.
Y sólo quedamos nosotros, solos, todos en un mismo mundo pero solos.
Caminando para siempre, sin cruzarnos.
Sin amores ni odios, sin guerras y tampoco paz, sin nuevas muertes por lo tanto sin nuevas vidas.
Sin lo opuesto.
Sin lo binario.

Sin nada.

Giuliana Zonni, treinta de julio de dos mil nueve.

Dulce.

Vapores emanados de lugares impensables,
el aire denso, pero suave. Cálido, dulce.
Y la dulzura se te mete por los poros,
invadiéndote por completo...
La vista se nubla, el oído se entorpece...
El aire sigue espesándose hasta hacerse líquido,
un líquido torpe, gelatinoso...
Respirás ese nuevo aire y tu cabeza pierde la noción del tiempo.
Te mareás infinitamente,
podés ver desde persepectivas inimaginables,
los movimientos son inhumanos,
los colores brillan y se opacan constantemente...
Música extraña, palabras indescifrables.
El tacto se extrema en sensibilidad,
todo se siente más.
Y el despertar es tierno,
el aire se normaliza de a poco,
paulatinamente recuperás los sentidos,
todo vuelve a la normalidad
salvo la sonrisa, eterna en el rostro,
ese rostro ya petrificado porque está solo.
Pero el gesto no se borra.

Giuliana Zonni, tres de agosto de dos mil nueve.

Juego.

Como un juego infinito,
tirar los dados, mover las fichas...
Y la felicidad de ser pequeño,
la felicidad de devorar una torta,
de remontar un barrilete de infinitos colores,
de morirse de miedo en un sube y baja vertiginoso,
de recortar figuritas de colores y crear un mundo nuevo...
Felicidad inabandonable,
perfectamente compatible con el nuevo juego,
de nuevas reglas.

Giuliana Zonni, viernes veinticuatro de julio de dos mil nueve.

Hielo.

El ardor del aire helado quemándome los labios
junto a los besos olvidados de aquel ayer
besos irrecuperables, traición al encanto.
Y vos, ahí, para siempre en tinieblas
y vos, ahí, débil, lloroso, frente a mí.
Y yo, frente al hielo.
El olvido mata, pero será lo que me conserve.
Helada, congelada, para siempre en el ayer.

Giu, dieciocho de julio de dos mil nueve.

Muertaviva.

Endemoniadamente cruel.
Endemoniadamente hermoso.
Endemoniadamente doliente, amoroso, triste, feliz.
Amor que me revive y que me mata.
Mata, resucita, vuelve a matar, vuelve a dar vida.
¿Cuántas vidas me quedan?
¿Qué tan zombie puedo ser?

Giu, diecisiete de julio de dos mil nueve.

Niña.

A vos vuelvo escribirte, esa vos que tanto me cuesta encontrar.
A vos que eras, a vos que hice dejar de ser.
A vos, niña.
Siempre te recordaré, siempre.
Extraño tu ingenuidad, tu superflua felicidad.
Extraño tus risas, extraño tus juegos.

Giu, otra vez hoy, dieciséis de julio de dos mil nueve.

Masacre.

Eterno encantamiento que se quiebra de un golpe seco.
Eterno encantamiento que debería quebrarse con ese golpe.
Y el encantamiento no se quiebra, y el golpe es más duro.
Porque está decidido a quebrar, entonces escarba en lo profundo.
Desazón irremediable, dolor en el pecho.
¿Cómo salvar vida después de esta masacre?
Y la vida, que debería haber desaparecido, persiste.
Y no en un rincón, escondida, sino que desafiando a todo,
en todo su esplendor, con toda su fuerza.
Vida ¿no deberías ceder, aunque sea esta vez,
que sería para siempre?
Vida, admiro tu voluntad. De seguir siendo.
¿Vida o amor?

Giuliana Zonni, dieciséis de julio de dos mil nueve.

Seguro de vida.

¿Por qué cada paso que doy debo sentirlo como otro y otro y otro salto más al vacío?
¿Por qué no puedo tener un seguro para las cosas que realmente querría asegurar,
pero tengo ofertas de miles de seguros inservibles para nimiedades?
¿Por qué no puedo relajarme y ser simplemente personaje?
¿O acaso el personaje que soy intenta indefectiblemente siempre escapar de la historia,
como ella, que burla al Mayor?

Giu, catorce de junio de dos mil nueve.

Hoy, ayer.

Un todo o nada. Un sí determinante, un no al vacío.
Seguir a la fuerza, seguir la corriente.
Abandonar todo, o decidir abandonarlo.
Colgarse de una viga, saltar de un puente,
saltar desde la terraza del edificio en una noche ventosa
o el patético suicidio desde una hamaca
que se balancea peligrosamente,
con peligro de caer a la calle, a las piedras,
a los troncos o al arroyo,
que trae tan poca agua que está desapareciendo entre las algas.
El suicidio desde la hamaca es perfecto;
mientras el viento se lleva las lágrimas
parecés morir feliz.

Giuliana, trece de julio de dos mil nueve.

Polvo.

Un viaje a las estrellas. Atravesando galaxias desconocidas, todo esto hasta llegar al punto de partida... Soñaba con huir, soñaba con salvarse... Con lo nuevo, con lo no explorado... Y al llegar a lo mismo de siempre descubre que no todo era gris... Sólo que él siempre veía el mismo lado, el lado gastado de las cosas. El lado cubierto de polvo y hollín... Y este lado 'nuevo' era lustroso. Brillaba con y sin luz. Giró alrededor de todo. Le sacó la resaca a los lados explorados... y fueron nuevos también.

Giu, nueve de julio de dos mil nueve.

El paso del Tiempo.

Hecho que destruye, que desarma. Hecho irremediable.
Desazón inmensurable que me produce...
Terrible anomalía en la simultaneidad.
Y esa imagen, bella imagen, tan bella como la de hoy
pero irrecuperable.
Tiempo, te pido clemencia...
Si tan incomprensible me resultás,
¿no podés hacerte alguna trampa a vos mismo?
Trascendencia divina,
¿cómo hiciste para esquivarlo?
Ayúdenme, implóroles.

Giu, dos de junio de dos mil nueve.

Asentamiento.

A S. M.:

Ahí donde está hirviendo nueva agua para ese mate lavado y azucarado... ese mate de yerba quemada y revieja... Ahí levantás la vista, del calor del fuego y redescubrís el frío que cala los huesos. Decidís olvidar todo eso y volvés tu mirada al fuego... el metal ennegrecido de la pava pide clemencia, 'basta, por favor, el dolor es insoportable', y ahí apagás el fueguito, cebás el primer mate de la tanda. El sabor es igual de triste que siempre. No hay vuelta, no sabés vivir en el fuego.

Giuli, primero de julio de dos mil nueve.

Sueño (II).

Sueños graves. Sueños suaves. Sueños que aúllan. Sueños que arrullan.

Sueño un sueño que me arrulla en tu aullido, que me raspa en tu terciopelo...
Que me hace oler tu piel, sentir tu mirada... que me envuelve y me asfixia, sin matarme nunca.
Sueño con el sueño en el cual me ames, sueño con el sueño en el cual seamos felices.
Duermo para soñar... pero hay algo aún mejor; estoy aprendiendo a soñar despierta.

Giuli, treinta de junio de dos mil nueve.

Padre Nuestro.

Venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu Voluntad, así en la Tierra como en el Cielo. Tu Reino, Tu Voluntad. Sólo lo Tuyo, que desconocemos... Sólo Vos, gobernante ¿electo?... Danos hoy nuestro pan de cada día. Proveénos, por favor. No podemos hacer nada por nosotros mismos. Dependemos por completo de Vos, reganos, somos plantas. No nos dejes caer en la tentación. Porque no decidimos, sólo Vos podés manejarnos... Sos el Gran Titiritero. No somos malos, no podemos decidir. Somos humildes pecadores, tus corderos. Domesticanos. Pero mucho más me pesa que pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido. Te ofendemos... Un segundo ¿no eras Vos quien nos libraba de la tentación? Debo morir por ofenderte. Por perder tu Cielo, por ser pecador... A su vez no declararme pecador es mentir, porque todos los hombres pecamos. Y ese infierno que merecí ¿fuego eterno o segunda muerte?

Giuli, veintinueve de junio de dos mil nueve.

SuicidioAsesinatoConjuntos.

El fondo del vaso y la última gota que resbala en él. No cae en mi boca, se queda colgada, balanceándose como una suicida trapecista. El vaso quiere deshacerse de ella, la reniega, la sufre. Ella lo raspa, lo moja, lo enfría, le hace cosquillas, le produce ardor. EL vaso no la soporta más. Entonces, harto, salta de mi mano. El vaso estalla en mil pedazos contra el suelo frío y sucio. La gota se murió, pero no puedo suicidarse. El vaso la mató.

Giuliana, veintinueve de junio de dos mil nueve.

Geist.

Sin renegarte;
Sin, tampoco, permitirte determinarme.
Sin olvidarte;
Sin, tampoco, recordarte.
Sin ignorarte;
Sin, tampoco, verte.

Sin vos, sin vos.
Yo sin vos afuera.
Vos conmigo, y yo con vos acá.
Unidos, fundidos, dormidos.
Sin permitirte nada porque jamás me determinarías.
Sin recordarte porque jamás me dejarás añorarte.
Sin verte porque no hay luz cuando estás, me vuelvo ciega y sólo te huelo, te escucho, siento el roce de tu piel.

Sin gestos mundanos, porque no sos de acá.
Sin gestos hechos ya, porque no has estado jamás en mi presencia.
Sin cordura mi cuerpo, porque nunca existió tal ser.

Giuliana, veinticinco de junio de dos mil nueve.

Azul.

¿Cuándo?
Cuando sea azul.
Cuando es azul.
Cuando fue azul.
¿Cuándo será azul?
¿Cuándo es azul?
¿Cuándo fue azul?
¿Cuándo?

¿Por qué?

Giuliana, veinticuatro de junio de dos mil nueve.

Ojos.

Dejo de ver... para comenzar de nuevo.
Mis ojos se cierran para siempre y puedo convertir a mi antojo
lo que antes veía.
Sólo sombras, luces...
Que imagino a colores, con formas.
No necesito ya ver lo revisto.
Veo lo que quiero.

Giuliana, veintidós de junio de dos mil nueve.

Raices.

Sangre que me recorre
¿realmente te debo algo?
No puedo querer por obligación.
La emoción de la red se me sube por la garganta,
pero es sólo adrenalina
y no quiero por obligación.
El mandato sanguíneo no existe,
yo soy sólo yo.
Puedo ser yo y quien elijo,
pero nunca quien no fui.
Es emocionante, es Histórico,
pero ¿soy parte?
Me siento sólo yo,
intentando entender si existo para otros
o ellos para mí,
sólo yo intentando ubicarme
en la cuadrícula tiempo y espacio
de este mundo que pretendo conocer.
Sólo yo, con ligamentos ficticios a otros.
Sólo yo, sólo ficticios.
Y cada otro un 'sólo yo'.

Giuliana, veinte de junio de dos mil nueve.

CABEZONES

Dícese de seres humanos consumidos, muchas veces ángeles caídos, que tienen cerebros extremadamente privilegiados pero que gracias a la sociedad podrida no pueden comunicarse como quisieran... entonces sus cabezas se llenan, sus pensamientos nunca pueden darse a conocer ni ser utilizados y sus cabezas se siguen llenando... Hasta que estallan. Los que tienen alas normalmente las tienen deformadas, mutadas; son alas que pesan pero con las que no se puede volar...
Viven solos, aislados unos de otros, pero sin asentarse jamás; simplemente evitan cruzarse. No comen, ni duermen. Descansan la vista, se recuestan en la roca, pero nunca nunca duermen...
Sus cuerpos siguen funcionando milagrosamente, pero ya no existe la grasa. Sólo tienen músculos firmes por las largas caminatas, dándole eternas vueltas a este mundo que se ha secado por completo.

GIULIANA, doce de junio de dos mil nueve.

Persona.

Giuliana, mayo de dos mil nueve.

Luz.

Y hasta en la más vasta y opresora oscuridad la luz brilla por algún lugar.
Y siempre es posible de alcanzar.

Giuliana, diciembre de dos mil ocho.

Luna

Giuliana, marzo de dos mil nueve.

Fumando Sol

Giuliana, doce de junio de dos mil nueve.

Borde

Al borde del abismo, ya lo dije, debo decidir si salto...
pero que horroroso es estar al borde...
mas preferiría estar cayendo, o kilómetros antes de la linea.

Giuliana, diez de junio de dos mil nueve.

Luz.

Insensato danzar de sombras blancas
Chipas que de ellas saltan y envuelven
a todo lo que está cerca.
Pero ese todo sólo somos nosotros.

Envueltos en sombras blancas
o en las chispas
que estas destilan en su danza.


Giuliana, cuatro de junio de dos mil nueve.

Bestia.

La Bestia se irguió sobre sus patas traseras. Olfateó a su alrededor y salió de la cueva. El aire del exterior contrastaba con el vaho que de ella hedía.
La Bestia miró asustada el cielo. Su vacío la hizo sentir demasiado pequeña. Pero, al ver una presa, volvió a ser omnipotente e inmensa. Se abalanzó sobre la criatura y, en cuestión de instantes, dejó sólo astillas.
La Bestia volvió a la cueva, saciada. Olvidó el haberse sentido disminuída, el matar lo había borrado de su cabeza. Se acurrucó tranquila, aún más maloliente que antes. La sangre estaba tibia en su pelaje y aún humeaba. Mientras ella dormía la sangre fue haciéndose costra. Más materia para su coraza.

Giuliana, primero de junio de dos mil nueve.

BlancoNegro

Contrastes que se funden.
Eso soy, sos, somos.
Contrastes.
Y grises también.

Giuliana, veintiocho de mayo de dos mil nueve.

Violeta.

A KEST, VAMPI, CHUCHI, CABRA O SOFI
¡te quiero mucho!

'¿Quién me devuelve aquella niña violeta que monta las olas; que cabalga hacia el centro de lo inconmensurable?' preguntaste. Esa niña violeta no es una, son dos. Van de la mano, montadas en el lomo de Kalessin, se ríen mientras una enseña a la otra las constelaciones, se muerden y gritan 'ya comí', leen 'cuántos novios tenés? trece, no, nena, no podés tener tantos! bueno, siete. Tampoco! Bueno, tarada, pará que me da sueño', se bañan en violeta, duermen violeta, sueñan violeta, respiran violeta. Como dos cabritas saltan, al Alpa Corral, Santa Rosa o el Chacay. Sueñan ser viejas y leer juntas, vivir en el campo o en las sierras ellas dos solas, tienen lejanascercanas utopías. Comparten la pasión por la BellezaDolor, sueñan despiertas con elfos y arqueros. Una violeta y turquesa, otra violeta y verde.
Lejos, pero siempre cerca, muy lejos hoy, pero verde envía fuerzas a turquesa, ¡suerte!
Entonces, quién te la devuelve: nadie, porque también sos vos.
Y verde pide perdón, verde también se devuelve. Gracias por 'y te sigo esperando'.

De todo corazón,
CHONQUI, LUNA, CHUN o GIULI.

Veintidós de mayo de dos mil nueve.

Sol.

Lejos... Lejos. Lejos, lejos, lejos. Muy lejos.
Vuelo, veo todo, puedo volar, no caigo.
Sobrevuelo lo que quiera.
No tengo alas, pero las siento.
Vuelo, nunca caigo.
Cada vez más alto.
Destilo alegría.
Lejos ya mucho del suelo.
Cada vez más cerca de esa nube,
en la que ahora me recuesto.
Y duermo, feliz, de cara al cielo,
tibia por el sol.

Giuliana, veintidós de mayo de dos mil nueve.
ganas de romper
ganas de destruir
ganas de asesinar
no para arreglar
no para construir
no para nacer,
sólo para que no quede nada.

Giuliana, trece de mayo de dos mil nueve.
Un dedo. Sobre estos labios.
Tu dedo sobre mis labios,
un gesto de Silencio.
Tu dedo que calla.
Que censura.
Que me calla.
Que calla las palabras dulces.
Las palabras de amor.
Las palabras serias.
Las de dolor.
Que calla las palabras hirientes.
Las palabras de odio.
Las palabras tristes.
Las de horror.
Que calla porque las palabras no son necesarias.
Que calla porque nos entendemos sólo con miradas.
Porque juntos podemos vernos.
Y lejanos recordarnos.

Giuliana, marzo de dos mil nueve.
El saberse atrapado
en cierta situción
por un período prolongado
es aún más desesperante
que darse cuenta
de lo que no se es -(LIBRE).

Giuliana, abril de dos mil nueve.
Ser esclava en mis sueños
estar cálida en mis pesadillas
esclava para ser con vos
lejos estaría arropada

quiero elegir
y... no puedo
elijo la esclavitud
la clandestinidad
la soledad
la obscuridad
desprecio el confort
la tranquilidad
la comunidadsociedad
el calor
la luz
los desprecio no porque sí
sino porque me alejan de vos
y yo te necesito
cerca
cerca.
Si no muero.
Entonces HOY elijo. Muero.

Giuliana, catorce de mayo de dos mil nueve.
Soy un pueblo fantasma al costado de una vía
pero no tengo estación.
Veo a quienes pasan en los trenes
como borrosos
lejanos
irreales.
Soy un puerto abandonado
en el que ningún barco atraca
sólo veo sus luces a lo lejos
sólo
sólo algunas noches tristes.
Sin realidad
entre pañuelos que se suicidan desde las ventanillas
entre fuegos artificiales que nunca veo encenderse.
Memoria de enciclopedia, absoluta
pero sólo sólo sólo tengo para recordar sombras y cuentos y brillos.
Hay algo más
que no puedo entender
una serie de imágenes demasiado nítidas
suelo mezclarlas con los cuentos
aunque también me asalta la duda de que sean
sean reales.
Dudo, dudo realmente
de que nunca haya ocurrido eso
esos olores
esos colores
esos sonidos
dudo no haber... no haber sido.
Pero no hay anclaje a los barcos ni a los trenes.
Más que duda lo definiría anhelo.

Giuliana, dieciocho de mayo de dos mil nueve.

Sueño (I).


Dormía. Dormía y soñaba. En su sueño él la abrazaba. En su sueño él dormía con ella. En su sueño el mundo era justo y ellos dormían juntos. En su sueño ellos se amaban y eran felices. En su sueño eran felices juntos.
Despertó. Despertó y el sueño terminó. En la vigilia estaba sola. En la vigilia no sabía dónde estaba él. En la vigilia el mundo era injusto y ellos estaban separados. En la vigilia ellos se amaban, pero no podían ser felices. En la vigilia ambos soñaban ser felices juntos.

Giuliana, mayo de dos mil nueve.

Hamaca.

Va hacia adelante.
Una mariposa pasa cerca.
Se suspende en el aire, de espaldas al suelo.
Las nubes se ven esponjosas.
Va hacia atrás.
Un niño grita llamando a su amigo.
Está en la posición inicial.
Raspa los pies contra la tierra.
Va hacia atrás.
Mira al sube y baja.
Se suspende en el aire, de frente al suelo.
En un hormiguero murió la reina.
Va hacia adelante.
Una abeja llama a sus compañeras a las flores.
Está en la posición inicial.
Él no es. No está en una hamaca.
La mariposa no es. No está volando.
Las nubes no son. No se ven esponjosas.
El niño no es. No está gritando.
Sus pies no son. No raspan nada.
El sube y baja no es. No está en esa plaza.
La reina no es. No ha muerto.
La abeja no es. No ha llamado a sus compañeras y no hay flores.
Vuelve a darse impulso contra el suelo y las cadenas gruñen.
Síguese hamacando.

Giuliana, cuatro de mayo de dos mil nueve.

Vértigo.

Recién cuando sentí el aire golpeándome en la cara, cuando ví el fin, cuando la caída me revolvió el estómago, recién ahí, grité y tuve miedo.

Porque el miedo no vino cuando pensé en lo que quería hacer, ni cuando me preparé. Tampoco cuando se me ocurrió la idea.

El miedo ni apareció cuando subí al aparato. No hubo ni asomo de terror cuando las puertas se abrieron ni cuando el viento refrescante me dio un cachetazo.

Sólo cuando comenzó el salto… Ahí lo comencé a notar. Eran unas cosquillas que, rápidamente, me fueron abrazando desde la planta de los pies hasta las rodillas… el ombligo… y finalmente el cuello y la cabeza.

Cuando descubrí que no me había informado correctamente de cómo abrir el paracaídas… Ahí me asusté.


Giuliana, fines de dos mil seis.

Tres.

Y veo los colores mezclarsedesfilar dentro de la copa que sostengo entre mis dedos. La muevo suavemente, y los efectos rojosvioletasmorados se funden en el primer sorbo. Y fin al encanto. Vuelve a aparecer en mi mundo, vuelvo a verla. Fuerza para reentrar al ensueño, pero lo perdí. No, no lo perdí, él se perdío en mí.

Palabras. Una tras otra. Verborragia femenina que me ahoga, que me aplasta. Quejas, más.

Me pierdo, ahora sí yo, me pierdo en el palabrerío. No, no en eso, me pierdo en mí. Junto al ensueño.

Las palabras ya no me golpean. Danzan a mi alrederor. Se trasmutan y se mezclan entre ellas. No entiendo nada. No me importa nada.

Me encuentro con el ensueño. Estamos juntos, en mí, alejados del mundo.

Siguen las palabras. Se vuelven oscuras, pero con luz propia.

El ensueño y yo, y mi cuerpo que nos contiene, corremos. Corremos hacia el vidrio. Nuestro cuerpo lo rompe. Las palabras se llenan de espinas. Un grito que desgarraría a cualquiera. A nosotros no. Y los tres (cuerpo, ensueño y yo) volamos junto a miles de partículas de vidrio. De las espinas surgen rosas. Y justo antes de que nuestro transportecompañero cuerpo se haga puré de carne contra el pavimento, el ensueño y yo nos miramos cara a cara. Es un espejo.

Las rosas surgidas de las espinas lloran nuestra tumba. Pero en la lápida sólo hay un nombre. Y somos tres acá abajo. Cuerpopuré, ensueño y yo atrapados en él destruido.



Giuliana, noviembre de dos mil ocho y mayo de dos mil nueve.

La alegría de los semáforos

¿Te acordás? Los dos en el auto. Tarde, diría yo de madrugada. Vos me estabas chamuyando. Yo hacía años que soñaba con ese momento, pero entonces sólo quería irme. Me hablabas de las ondas que sólo una piedrita puede causar en la lisa superficie de un lago... pero sin salirte del chamuyo, ojo. Entonces, para cambiar de tema, te dije: ‘¿Porqué los semáforos titilan amarillo toda la noche, en vez de funcionar normalmente o estar apagados?’ ...tomaste aire y: ‘Ehm... porque como de día tienen mucho rojo, mucho verde e instantes de amarillo, entonces los técnicos los programan así para que estén contentos. Además, ¿viste de qué color están vestidos? Y sí, así es; el amarillo es la alegría de los semáforos’.

Hasta ese momento no lo sabía. Pero ahora, cada vez que veo prenderse y apagarse la luz amarilla sonrío, compartiendo por un momento la alegría de los semáforos.

 

Giuliana, veintinueve de septiembre de dos mil ocho. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia (diez de julio de dos mil ocho).

Cadáver Exquisito

Tiemblan mis manos ante el frío de la intrascendencia

Temblor por temblor...

Percibo la nada con mis ojos ciegos...

No se ve, sólo se percibe a mi alrededor.

Acaricio el infinito con mis manos insensibles .

 

Mi Dios no está... se ha ido,

Este punto en el universo ni siquiera cree en sí mismo.

Y la brisa nos envuelve,

Y la brisa nos envuelve

Por siempre y para siempre,

Por siempre y para siempre;

¡Por siempre y para siempre!

 

En la oscuridad de la noche resplandece un cigarrillo

Los colores son más brillantes de lo normal

Mientras John Coltrane retumba en el ambiente ensordescente

Y derrepente todo se vuelve sepia

Todo se vuelve sepia.

 

You ain’t be mine, you ain’t be mine

I’m on my way to death

Por siempre y para siempre

Por siempre y para siempre

Por siempre y para siempre

Y así, sin más, nos despedimos...

Yo pienso. Ahora sí no soy nada.

 

Letra: Tobías y Giuliana.

Música: Marcial.

Voz: Marcial, Tobías, Nicolás y Sofía.


Fuego.

Ese fuego que me va haciendo arder por fuera pero que proviene de mi centro. Ese fuego que si no extingo prontamente acabará por carbonizarme completa.
Porque es un fuego fatuo, que debería correr libre, que sin querer tragué y ahora no puedo expulsar de mí.
Va acabando el oxígeno y cocinando la carne. Ampolla la piel y oscurece los rasgos.
Es un fuego con bronca, con mucha bronca.
Quiero saber de dónde proviene ese sentir y él me contesta.
Odia. El fuego odia. Está súmamente resentido. Con el mundo completo.
Y ese resentimiento me seca. Lo creo ajeno, es suyo. ¿O lo compartiré y por eso nos agotamos juntos?

Giuliana, treinta de abril de dos mil nueve.

Lenguaje.

"Escribir como dice el poeta
como cualquier cosa."
Marcelo Díaz.

El arte como nuestra única oportunidad de escapar al mandato de "decir la verdad", nos permite ser sin causas ni razones. Sin necesidad de decir "verdad". La verdad no puede decirse porque no existe relación alguna entre el lenguaje y la realidad, la "verdad" no es tal como creíamos; no es.

"Sobre el árbol de la ciencia, verosimilitud, pero no verdad; apariencia de libertad, pero no libertad. Gracias a estos dos frutos el árbol de la ciencia no corre el peligro de que lo confundan con el árbol de la vida". (Nietzsche).

Entonces, el arte se parece más a la vida que cualquier otra cosa, es sin ninguna necesidad de explicarse ante nada. Como Dice Deleuze: "Nietzsche reprocha a menudo al conocimiento su pretensión de oponerse a la vida..." pero si pudiéramos abandonar ese conocimiento que intenta regir la vida y adoptáramos un pensamiento que la afirmase y que se active por ella entonces encontraríamos la esencia del arte: "estímulo a la afirmación contenida en propia obra de arte, la voluntad de poder del artista como tal".

La verdad no existe. No la podemos nombrar y esa sería nuestra única manera de asimilarla. Entonces el arte se burla de esa incapacidad y, "como culto de lo no verdadero", "santifica la mentira, hace del ideal de la voluntad de engañar, el ideal superior".

Giuliana, marzo de dos mil nueve.

Impedidos de la posibilidad de decir verdad con el lenguaje, podemos aunque sea intentar utilizarlo para otras acciones. Creo realmente que el lenguaje estructura pensamiento, y no me parece inapropiado armar esta línea lógica: lenguaje como estructurador de pensamiento-cogito ergo sum. Entonces, la palabra posibilita existencia. No por el hecho de ser ‘verdad’, sino por el hecho de poder ‘manejar’ la ‘verdad’.

La realidad se nos presenta de diversas maneras y nosotros, a su vez, la tomamos de otras. Si el lenguaje nos da la posibilidad de ‘materializar’ la experiencia entonces el lenguaje nos da la posibilidad de la Historia, de la Memoria. Los seres humanos podemos decir que hemos vivido, que han vivido otros hombres antes que nosotros solamente por la posibilidad que tenemos de capitalizar lo vivido, de ponerlo en palabras y ‘archivarlo’.

Creo que quien tiene un lexicón acotado tiene una menor posibilidad de existencia. Existencia diferente a la de la piedra que está, pero no es. Quien vive una determinada experiencia y no puede traducirla a un lenguaje con el cual la recordará es como si no la hubiera vivido. Y si sólo podemos decir las actividades básicas que realizamos nuestra vida se convierte fácilmente en una vida rasa, básica, chata.

La literatura nos empuja a buscar otras formas de decir. Nos empuja a la poética, a la metáfora. Nos empuja a capitalizar la experiencia de mil maneras diferentes, a adornar la experiencia, a realzarla y hacerla brillar.

Al vernos empujados a todo esto comenzamos a ver otras cosas, apreciar mayor cantidad de detalles, ver luces y sombras en las experiencias, apreciar los claroscuros de la vida; aprehendemos los contrastes.

Giuliana, veintiocho de abril de dos mil nueve.

Velos.

Dilucidar el misterio.
Aprehendiendo las formas.
Dilucidarte aprehendiéndote.
Aprehenderte a y de.
Apropiándome de tus formas.
Apropiándome de tus voces.
Dilucidar tus sombras.
Para tomarlas mías.
Aprehender tus silencios.
Para elaborarlos míos.

Giuliana, veintisiete de abril de dos mil nueve.

Viéndola así.

Como yo la recordada, como yo la quería.
Verla así a pesar de saber que ya no está.
Verla como era, verla como antes.
Como una niña, como mi amiga.
Verla escuchar, verla hablar,
verla reir, verla caminar.
Verla escucharme, verla hablarme,
verla conmigo, verme con ella,
verme escucharla, verme hablarle.
Ver a esas niñas que sé que ya no existen,
pero verlas como si aún existieran.

Giuliana, veinticuatro de abril de dos mil nueve. Estoy feliz.

Ladrón de mi Cerebro.

Giuliana, diciembre de dos mil ocho.

Nada-Todo.

Huir constantemente.
Correr, desesperada.
Huyo de todo, quiero escapar de todo.
Quiero quitarme todo peso,
ser aire.

Buscar algo a qué aferrarse.
Husmear, por todos los ricones.
Quiero algo, necesito algo.
Busco con qué llenarme,
ser sustancia.

Giuliana, veintitrés de abril de dos mil nueve.

Espejo.

Quiero verte llorar.------------------Quiero que me veas llorar.
Lamentarte lastimeramente.----Lamentarme lastimeramente.
En tu llanto te protejo.----------------En mi llanto me protejés.
Te escondés entres mis brazos----Me escondo entre tus brazos
y te cuido del mundo.-------------------y me cuidás del mundo.
--------------------------De un mundo cruel,---------------------
ante el cual sos débil.---------------------ante el cual soy débil.
------------------------De un mundo abismal,--------------------
ante el cual sos pequeño.--------------ante el cual soy pequeña.
Y, cuando te empequeñecés,------Y, cuando me empequeñezco,
me siento grande. Y fuerte.-----------te sentís grande. Y fuerte.
Y te cuido-----------------------------------------------Y me cuidás
-------------------------de un mundo viejo,-----------------------
ante el cual sos un niño.---------------ante el cual soy una niña.
Un niño que llora en mi regazo.-Una niña que llora en tu regazo.
--------------------------Y nos consolamos.-----------------------

Giuliana, veintitrés de abril de dos mil nueve y algún día de marzo del mismo año.

Nosotros.

Como dos sombras
mirando hacia adelante
sin destino planeado
recorriendo sin observar nada de lo que nos rodea.
Porque resulta extraño
sentirse solo estando acompañado.
Es una Soledad tan plena y feliz
que el saberse acompañado
es saberse con uno mismo,
con un otro uno mismo.
Nosotros como yo y yo.
Y no como yo y otro.

Giuliana, diecisiete de abril de dos mil nueve.

Tinta china.

El cenicero (o el platito que puede hacer las veces de aquel) ya está lleno, rebalsa de colillas blancas, amarillas, marrones y de cenizas blancas, grises, negras. Ya no hay líquido en ningún envase (no podemos decir ni bebida ni botella porque a veces estos requisitos no se cumplen).
Y vos estás ahí, tirada en el suelo, rodando sin parar de reir, de repente comenzando a llorar (aún riendo) y mientras llorás escribís, chorreando la tinta de la pluma o plumín de turno, tachando las palabras o abollando las hojas, cortando en pedazos, mil, todo lo hecho y bañando los pedacitos en tinta como si fuera sangre y estuvieras bautizando de una extraña manera tu creación muerta.
Mejor si no hay nadie, para que no te malcomportes; para que no te empecines en bajar el status del/los otro/s, para que no te cierres y te tornes tan desagradable.
Leés, dibujás, escribís, llorás, todo sin verme, sin percibirme, te has olvidado por completo de mí, tan juntas que estábamos.
Caminás sin saber hacia dónde, con las narices en tu nuevo amor o en algún touch and go del momento. No mirás a la gente pero sin embargo intentás ser amable; ya no te sale.
Perdiste la comunicación, te encerrás cada vez más y más, me cuesta reconocerte en la piel, pero por debajo puedo verte como siempre. Sólo que, repito, vos ya no me ves.
Te tirás en una plaza y cambiás de idea, no querés ser vista y te trepás a un árbol. Entonces ves a los otros como hormigas y ellos no te ven y eso te hace sentir bien... Un sentimiento tan efímero que hasta enferma, muy estúpido.
Veo mejor que antes tus marcas, pero me están empezando a provocar mucho miedo, parece que se abren cada vez más y más y sangran, se acaba la sangre y supuran pus, y se infectan, no se ciatrizan ni cierran. Pero nadie te está lastimando todo el tiempo. Sos vos sola, vos y nadie más que vos, quien se encarga de mantenerte en carne viva.

Giuliana, diecisiete de abril de dos mil nueve.

Trapecio.



Ver todo desde lo alto
jugando contra la física,
desafiar al cuerpo
riendo de lo que hay debajo.
Olvidar el espacio (y al resto)
viendo sólo esa barra,
las palmas sangrando las sogas,
el corazón acelerándose a cada balanceo,
el empeine acalambrándose
mientras las puntas trazan firuletes en el aire.
Eso y todo lo demás que significás...
No sabés cuánto te extraño.

Giuliana, dieciseis de abril de dos mil nueve.

Colisión.



Giuliana, dieciseis de abril de dos mil nueve.

Cuerpo.

Cicatrices que va dejando el paso del tiempo.
El paso del tiempo acompañado por todo.
Por amores y desamores.
Por amigos y enemigos.
Por caminos andados e inexplorados.
Marcas como las de un cuchillo, un látigo o un golpe.
Marcas como las de un beso, una caricia, un abrazo.
Marcas que escriben, marcas que dibujan.
Y un cuerpo escrito, tatuado, es un cuerpo vivo.

Giuliana, dieciseis de abril de dos mil nueve.

Pasos.

Un paso y otro. Camino.
Camino más. Recorro.
Recorro grandes distancias.
Distancias que unen (no separan).
El agua une,
yo uno,
vos unís,
unimos.
Unimos el mundo.
El planeta es una red. De pasos.
Por eso. Camino.

Giuliana, trece de marzo de dos mil nueve.

Sin.

Sacarse los cristales al momento de ver.
Sacarse los sarcasmos al momento de discutir.
Sacarse los prejuicios al momento de pensar.
Sacarse los dogmas al momento de aprender.
Sacarse los rencores al momento de actuar.
Sacarse los recuerdos al momento de soñar.
Sacarse a los demás al momento de vivir.
Sacarse todo para poder amar.

Giuliana, trece de marzo de dos mil nueve.

Sociedad.



Giuliana, nueve de abril de dos mil nueve.

Flor



Giuliana, marzo de dos mil nueve.

Caos.



Giuliana, marzo de dos mil nueve.

Peso.

Un peso para cargar a solas.
Incompartible...
Culpa por los pocos que lo comparten
no quiero que se doblen sus espaldas.
Perdón, a ustedes.
Perdón a ustedes que me sacan peso a mí.
Perdón a ustedes que cargan a veces hasta más que yo.

Giuliana, trece de abril de dos mil nueve.

Nada.

Rasgando el aire. Borrando la Tierra.
Cayendo, rodando, re-cayendo.
Y mientras rueda recuerda.
Recuerda ríos, soles, montañas.
Recuerda al aire.
Recuerda a la Tierra.
Pero ya nada de eso existe.

Giuliana, cinco de abril de dos mil nueve.

Linguo.

Por M.S. e P.K.:

La neceso da komunicar fondis la linguo.
Ma anque fondis la linguo la neceso da izolar, da diferar.
Do nur vi povas lektar la texto.

Giuliana, la quaresma di aprilo di duamil non.

Felicidad.

Me molesta mucho cuando la gente no puede ver a otros si no es con una sonrisa.
Yo más vale desconfío de quienes están contentos todo el tiempo.
Me molesta no poder estar triste o enojada en paz, sin que te digan estúpidamente "Ponete bien". ¿No tengo derecho a estar de mal humor?

Además, tristeza y felicidad no son antónimos.
Ser feliz no significa estar constantemente con una sonrisa impresa en el rostro. Ser feliz es estar bien con uno mismo, querer, pensar.
Y uno puede estar triste. Porque el mundo es patético, porque la gente no es como uno esperaba, porque el dolor existe. Pero estar triste no significa no ser feliz.
Ser feliz es encontrar ese destello de luz en las más abrumadora obscuridad.

Estoy triste, sí. Pero soy feliz.

Giuliana, cuatro de abril de dos mil nueve.

No hay nada.

Esa esperanza... Esa chispa que se prende. Se ve como un incendio; Pero derrepente, mágicamente, desaparece.
Basta, basta, basta. No quiero creer más. No quiero creer en ningún nuevo brote verde en la tierra seca. No quiero creer en ninguna caricia en los puros insultos. No quiero creer en nada, en nada de lo que me digas, de lo que me digan, de lo que me diga.
La esperanza infundada, después me desarma. Las caricias deseadas, después me defraudan. Descreer.
No estoy, no lo creo. No soy, no lo creo.
No creo siquiera en este papel, que sostengo en mi mano, apretándolo, estrujándolo, como si quisiera que de él salga un mundo, un nuevo mundo en el cual vivir, pero vivir de verdad, pudiendo ver, creer, saborear.
Quiero una verdad, ya no quiero más tinieblas. Por lo pronto dejaré de imaginar que todas esas sombras tienen Luz. No sólo eso, simplemente dejaré. De imaginar. De pensar, de sufrir.

Giuliana, martes treinta y uno de marzo de dos mil nueve.

HIJA.

escrito por mi abuela, Silvia Hebe Levitt (mil novecientos cuarenta y cuatro - mil novecientos ochenta y uno), el día veintitres de abril de mil novecientos setenta y seis.

Vos vas a ser. Estoy segura.
Vas a tener también
lo que hace falta para ser.
Yo te daré muy poco.
La posibilidad de caminar
sin indicarte el rumbo.
La apertura de los ojos
sugiriendo los vestigios
de universos diversos que se ven
al perforar los lienzos.
Pero serán los universos tuyos
los que inventes
los que encuentres.
Tendré que transmitirte algunos nombres
sólo para que vos los reconstruyas
amases y moldees
en tu fragua individual
secreta e inviolable.
Vas a sentir una seguridad.
La de tenerte sola
con el solo compromiso
de vivir sin negar las otras vidas
en el culto soberano de las ganas.
Y vas a adivinar
desde mis propios juegos
los juegos
en que todos los senderos cuadra a cuadra
se reordenan en deltas fibrilosos
inseguros.
Yo sé que vas a ser.
Pero no qué ni cómo.
Vas a ser vos.
Es suficiente.

Máquina.

Veo llorar tu rostro
Historias de un tiempo sin fin
Fines de una historia sin tiempo
Tiempos de un final sin historia.
Veo llorar tu cuertpo
Dolores de un querer perdido
Pérdidas de un dolor querido
Quereres de una pérdida dolida.
Veo llorar tus ojos
Agua bendita que te cubre
Capa de lágrimas que te bendica
Bendición encubierta que te ahoga.
Veo llorar tu mente
Ideas gloriosas sin mundo
Mundos ideales sin gloria
Glorias mundiales sin ideal.
Y me veo enfrente tuyo
Hablando sin llenar vacíos
Vaciando sin palabras llenas
Llenando sin vaciar palabras.

Giuliana, veintiseis de marzo de dos mil nueve.

Vacío.



Alas con las que no puedo volar.
Pensamientos que más allá de mi cabeza no pueden llegar.
Y mucho vacío y Obscuridad.
Que lejos estás.

Giuliana, octubre de dos mil ocho.

Identidad.

Necesitaba el dinero. Ya sé que estuvo mal, muy mal, pero… él tenía mucho y no lo usaba… y su vida ya llegaba al fin… En realidad yo sólo le di... un impulso, un empujón.
Con esos millones en la bóveda… ¡Sin compartir nada! Viejo tacaño. Se lo merecía. Además no sé quién me dijo, en esas largas noches de espera que pasé sentado en el pasillo de la clínica, que el viejo estaba sufriendo. Por lo tanto le hice un favor… No, en realidad no, porque antes de eso yo ya sabía lo que iba a hacer.
Lo tengo planeado hace mucho. Cuando mi amigo, Jorge, se fue a vivir al extranjero, me ofreció quedarme en su casa, ya que yo estaba sin hogar y el muy bien económicamente. Acepté, muy agradecido, y Jorge se marchó. La primera semana fue placentera, yo, acostumbrado a mendigar, ahora vivía en una mansión, con gente a mi servicio, inclusive. Pero el día ocho de mi estadía en la casa de Jorge llegó una carta. Su abuelo, Eufemio, había enfermado gravemente. Requerían a Jorge, inmediatamente, en la clínica. Llamé a Jorge y le conté lo que decía la carta y me pidió que, como el estaba con unos problemas de salud y no podría viajar, me hiciera pasar por él, ante el abogado. Primeramente no quise aceptar, pero como Jorge insistía, finalmente cedí.
Fui al hospital. Di el nombre del viejo y me llevaron con él. En una habitación lúgubre estaba él. En una gran cama, con sueros, respiradores y miles de cables saliendo de su cuerpo. El abogado me pidió mi nombre y di el de mi amigo. “Bueno, señor, como es usted el único heredero de la fortuna de Eufemio es su deber cuidarlo hasta su muerte, o, de lo contrario, el dinero quedará en el banco.”
Desde ese día estuve, todas las noches, fielmente apostado a los pies de la cama del viejo, durmiendo en una silla, y durante el día, me encargaba de los trámites y medicamentos de Eufemio.
Una tarde, cuando volvía a la mansión a buscar ropa, porque volvería a pasar la noche en el hospital, había una carta en el buzón. “Raro”, pensé, ya que la única que había recibido desde que estaba allí fue la del abogado sobre el viejo. La abrí, intranquilo, y al leer su contenido me desmayé. Cuando recobré el conocimiento sentía nauseas, Jorge había muerto.
Ahora yo era Jorge…


Giuliana, dos mil cinco.

Señores con Casco

Córdoba, 26 de febrero de 1979
No sé qué pasa. Hace una semana fui lloriqueando hacia mi mamá porque hacía media hora que debía haber empezado “el Capitán Piluso”, y yo no podía tomar la leche así. Mami me abrazó y consoló hasta que mi puchero cesó. De repente la cara de mamita se ensombreció. Me preguntó por la hora. Las seis, respondí; hacía unas semanas papá me había enseñado a leer el reloj de agujas. A mamá le tembló el labio. Hacía algunos meses, que ella estaba nerviosa todo el tiempo, al borde del llanto. Yo no entendí el porqué y mis papis no se esforzaron en explicármelo. Escuche a mi mami decir algunas cosas incoherentes para mí, como “lo encontraron”, “terminó todo” o “no puede ser”. Cuando le pregunté qué pasaba me respondió que papito se había demorado un ratito. Me pareció que ese ratito era medio largo, por la reacción de ma, así que fui a la heladera y me fije en el papel en el que papá me había dibujado los horarios de toda la familia con relojitos. Papá, ese día, tenía que regresar a las tres. Un ring a mi lado me sobresaltó. Era el teléfono, así que agarré el auricular y se lo llevé a mamá, que estaba tumbada en el sillón, con la cabeza entre los almohadones. Levantó la cara, al escuchar el teléfono y lo tomó sin pronunciar palabra. Escuchó lo que le decían del otro lado y en su rostro, que por cierto estaba rojo, se dibujó una hermosa sonrisa. “¡Estás bien!” Susurró y me ordenó que valla a mi habitación. Yo obedecí, pero cuando estuve allí tuve deseos de espiar a mamá por el otro teléfono. Primero pensé que eso era incorrecto, pero la curiosidad me venció. Fui sigilosamente a la habitación de papá y mamá y descolgué el teléfono, haciendo el menor sonido posible. Escuché casi toda la conversación, aunque entendí menos de la mitad de las palabras, cuando el reloj despertador de papá comenzó a sonar. Supongo que mis papás lo escucharon, porque mamá dijo que debía colgar y subió la escalera como una estampida. Con la cara pálida (el tono morado se le había ido) me preguntó si había estado escuchando. Tuve que decir la verdad, deseoso de encontrarme en cualquier otro lugar. Mami dijo algo de la decepción y me mandó a mi cuarto. Yo fui sin chistar, triste como nunca. Mamá no me había dicho jamás que la había decepcionado.
Hasta ahora pasaron los días, pero no tranquilos, sino cada vez peores. Papá está eximiado, o algo parecido. No puede venir a casa porque por su trabajo le pueden decir algo... es podítico, creo. Mamá no me deja ir más a la plaza ni a lo de mis amigos, dice que es peligroso. Recibe extrañas llamadas a cada hora, algunas la alegran, otras la deprimen. También llegan cartas. Mami no me deja leerlas. En realidad no me deja hacer nada. Que suerte que estamos en vacaciones, sino creo que ni al colegio me dejaría ir. Le tiene miedo a todo. Me advirtió de unos señores con cascos y sus autos Falcon verde platinado. Si veo cualquiera de estas dos cosas tengo que correr a refugiarme al ropero del baño. Si, por cualquier motivo, salgo a la vereda y un señor con casco me pregunta algo tengo que decirle lo menos posible y salir corriendo hacia casita. En casa ya no se ve más la tele, mami no quiere.
Son las tres de la madrugada. Estoy aburrido y no me puedo dormir... miro el techo... Suena el timbre. Mami se levanta rápido, se ve que ella tampoco dormía. Mira por la ventana y lanza un grito de horror. Las lágrimas se desprenden de sus ojos, que últimamente están acostumbrados a estas compañeras. Ella sube, veloz, y, susurrando, me pide que me esconda. Voy al armario del baño, me encierro. Ma baja y se esconde en la cocina. Espera. Se siente un golpe fuerte, precedido de muchos timbrazos. Escucho voces de hombre en mi casa. ¡Si mami no les abrió no pueden entrar! ¿Qué pasa? Escucho que insultan a mamá. “Puta, lo vas a terminar delatando, adelantá las cosas.” Mamá grita. Los señores que no se ocupan de sostener a mamá comienzan a revisar la casa. Yo veo todo esto porque salí de mi escondite y estoy espiando en la escalera. Un señor se me acerca, me ve. Me agarra de los pelos y me lleva con los otros. “A ver si así no hablás” le dicen a mami. Me pegan. Me duele mucho, pero no grito. Estoy muy triste. Mamá pide pidad, no sé qué es, pero no se la dan. Me golpean cada vez más fuerte. Mamá da un alarido y les dice dónde está papá. Ellos se ríen. Se escucha un disparo, mamá cae al piso. Escucho otro. No sé qué más pasó.


Nicolás y Giuliana, dos mil cinco.

Alas.



Giuliana, enero de dos mil nueve.

Libertad.

Un disparo oscuro y la Sombra cayó. Su cuerpo se estremeció al sentir el peso de la Libertad, ya la Sombra no la seguiría a donde fuera. Era Libre y no sabía que hacer con ello.
Comenzó a caminar. Ojeó los caminos antes vedados pero no se aventuró a ellos. Divisó los lugares antes prohibidos pero no se acercó a ellos. Quedose quieta e indecisa.
La Sombra, que había quedado lejos, se movió.
Ella volvió a caminar.
La Sombra dejó de moverse.
Ella se detuvo. No sabía adonde ir.
La Sombra se incorporó.
Ella siguió quieta. Como nunca había decidido no sabía cómo hacerlo.
La Sombra ya estaba lista para volver.
Ella se sentó. Ya se había aburrido.
La Sombra le tocó el hombro. Ella le dió la mano.
Ahora volvía a estar atada a la Tierra. Y cuán cómoda se sentía.

Giuliana, treinta de marzo de dos mil nueve.